¿ Quién sabe cómo se encienden los aceites ?
¿ Quién conoce las albadas y las tardes de la aurora ?
¿ Quién entre luces advierte la continuidad de la especie ?
Camino despacio entre árboles del horizonte
observando limoneros, higueras, pinos y madresselvas.
Tienen todos un color saturado corregido por el matiz
que obliga el entorno.
Todos señalando el dedo que marca la cinta que los ensambla.
Mares corrientes que ennoblecen el paisaje
recurriendo a una sílaba pronunciada en alguna orilla.
Nebulosas ardientes que tras un objetivo afanosamente artístico
se visten con azafranes y tules de fuertes naranjas
creyendo que tras su imagen regresaran en su auxilio
el resto de los sentidos que marquen mediante un alzado
las tres líneas para elevar un cuerpo cónico.
Y en hologramas sinestésicos construir balcones y
recintos donde poder observarse vestidos tras las máscaras
que mejor recoja el objetivo.
Todos sonríen a su cámara, han sacado sus ojos
para que les viglen si consiguen zalameramente
seducir cuando se cierre el plano.
Y ellos visten de vaquero y ellas de fuertes naranjas
para encontrar en una onda la transmisión necesaria
de miles de antenas que lanzan una señal diseñada por grandes arquitectos
de luz estática.
Nunca hubo tantas estrellas luciendo en el firmamento
sus mejores galas de radiaciones medidas,
montadas en velocímetros de arena, cristal y agrias estampas.
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