LOS TRENES DEL OASIS

EN EL DESIERTO NO SE DICE DÓNDE SE VA, PERO UNO SE PONE EN MARCHA»

NO SE VE NADA. NO SE OYE NADA. Y SIN EMBARGO,ALGO RESPLANDECE EN EL SILENCIO…

No es un espejismo. En medio de este territorio de pesadilla apto sólo para héroes de celuloide y de guerras estelares, para serpientes y escorpiones, crece el palmeral que alimenta, viste, adorna y calma la sed de Tozeur. Cae la tarde con la pereza perpetua que el calor aprieta entre las callejuelas, entre las siluetas masculinas que absorben impávidas el humo de la zhizha o las manos de sombra que se entretienen con las guijas en el polvo. Se desvanece la luz y llega la llamada a la oración que lanza el muecín desde el minarete iluminado de la mezquita, un faro tierra adentro en el mar de las arenas y la noche.

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