LAS DIOSAS EN EL OLIMPO


«Oh, mi alma no aspira a la vida inmortal,

sino a agotar los límites de lo posible.»

Píndaro

Debe ser divertido convertirse en diosa, el poder omnipotente tiene que ser adictivo. Tener la voluntad de hacer el bien y hacerlo, o mejor, tener la voluntad de hacer lo peor y hacerlo también. Las diosas que conozco son muy poco reales, debe ser que la condición de deidad atontece y las emociones y sentimientos a base de percicibirlos durante una eternidad, porque las diosas son eternas, deben dejar de ser estimulantes. Esto es lo único malo que veo a la posibilidad de convertirme en diosa blanca que las emociones no me estimulen y por eso no paso, por eso no. Haberme convertido en una idealización, alguna que otra vez, me ha hecho comprender que lleva asociado algunos graves fallos, a saber:

-Tu persona ya no importa, es decir, la idealización debe ser intangible, etérea, en algunos casos incluso deletérea pero si alguna vez sufre un vulgar dolor de cabeza o siente- a la diosa me refiero- un dolor de boca o de estómago nunca se tomarán como síntomas reconocidos. Que sufre ¡ pues que se joda¡ Esto no le tiene que pasar a una diosa.

-Estar idealizada lleva acompañado la invisibilidad, la mujer debe ser como un rayo de luna, perseguida pero inalcanzable, que apenas se vea sino que se adivine. El problema surge cuando una tiene un cuerpo grande, hermoso, bello, bien hecho, estupendamente bien proporcionado, con una piel suave, y lindos rizos que hermosean su cabeza, en este caso se hace difícil pasar desapercibida. Además ¡qué desperdicio pasar desapercibida¡, ese es el empeño de las feas y las gordas hacer que todas las demás seamos invisibles como ellas, o el empeño de los inseguros y cobardes, hacernos desaparecer.

-Como tal idealización la mujer no tiene vida propia sino que se convierte en la proyección de la psique femenina del hombre quien proyecta sobre una imagen el ideal de mujer que él siente dentro de sí, es decir, es encontrar su otro yo, su complementario pero de sexo inverso, convertirse en el Ánima. ¡Algo tan bonito¡ ¿Qué mujer no ha soñado alguna vez en convertirse en el ánima de su amante? ¡Desposeerse de toda materialidad y voluntad para adoptar la del ser amado¡ Esto he de decir que pasa todos los días, lamento tener que incluir esta vulgaridad pero yo en el supermercado constato varias parejas a las que les ha sucedido algo así como a los perros con sus amos, adoptan rasgos parecidos, consiguen tal simbiosis que hasta físicamente son similares. ¿Quién es quién? ¿Quién cinceló antes? No importa, ambos son culpables, uno /a por esculpir y el otro/a por dejarse ser esculpido. ¡ Qué bonita imagen de despersonalización, animalización o cosificación ¡

Ante estos datos debo desengañar a cualquier pobre crédula que piense que la idealización es algo hermoso, entrañable. No queridas, no, las diosas en el Olimpo, sobre la tierra mujeres de carne y hueso que muerden, que besan, que patalean, con sangre caliente y roja que les otorga la divinidad de la vida.

LA VIDA. Mujer, la vida.

PEPA Roble